Soledad acompañada



Abandonando aquellos cuartos, viendo como las luces morían sincronizadamente y el largo camino hasta la salida.
Caminé despacio, bajando escalones, quedándome atrás de toda la multitud, quería estar conmigo, me desvié y divisé una banca triste, pensaba en no pensar y caminaba tan solo por instinto, sin sentir que me movía ya me encontraba sentada, sobrecogida por el frío y el espectáculo infinito de destellos y brillantes que, imaginaba, existía solo para mi.

Preguntas superfluas querían invadir la tranquilidad, podía imaginarte hablándome sin ruido, podía crear mi futuro en un segundo…sentía mucho poder y presión a la vez, olvidaba que estaba en un sitio en que no debería estar pero la atmósfera era perfecta, simplemente supuse que ese era el escondite perfecto esa noche.

El tiempo se agotaba, el aliento se me iba y empezaba a sentir otra vez. El remolino de la realidad me absorbía y me traía de vuelta…me quedaba ciega durante el trayecto y no concebía la idea de que debía llegar a algún lugar.
Recorría calles y veía personas que parecían destellos por la velocidad, presentía que en alguna esquina vería a alguien y todo se detendría…una premonición diaria que nunca se cumplía.

Por simple costumbre encontraría aquel punto de llegada y por simple costumbre quizás llegaría al mismo sitio donde puedo conversar a gusto con el silencio.

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