Lunes por la noche...



Había reprimido al alma impaciente por varios meses, un molesto dolor de cabeza amenaza con empañar mi lucidez y mi predisposición a depurar mis pensamientos.
La misma rutina por tres semanas y media y el no saber qué decir o qué palabras sean las correctas, pero creo que mejor las dejo escapar… me gusta la espontaneidad.

Acababa de escuchar a un amigo contarme sus idilios y su confusión la llegué a sentir como propia, extraño el olor de la lluvia y la tierra húmeda, el sol juega como un niño a las escondidas, hay unas cuantas estrellas esta noche, creo que son tímidas, pero las entiendo… la excitación de una novedad aún me tenía ansiosa e imaginando miles de situaciones, hasta ridículas diría yo.
Estaba pensando cómo redecorar mi habitación para borrar algunos recuerdos y desechar aquellas cosas que me hacían retroceder, el aroma de rosas amarillas a causa de un incienso extinto aún alborotaba el poco aire puro que quedaba y mi guitarra descansaba por un rincón.

Sin darme cuenta las palabras salen, pero no siento ningún alivio… ¿qué pasa?, no es momento de acordarme o nombrar personas, es mi espacio y nadie está permitido de entrar.
La claridad seguía desvaneciéndose y el frío había tomado como su víctima a mis pies, pues ya no los sentía, aún es temprano, aunque siento que el tiempo se mueve al ritmo de la luz… mis ojos me advierten que estoy a punto de entrar en el limbo y en las trampas de sueños espectaculares, quizás me encuentre contigo ahí, no es novedad… el corazón me late rápido y no es de emoción, ¿será anuncio de una muerte?, ¿mi muerte?... quien sabe pero eso también me tiene sin cuidado.

Desfilan paisajes, momentos, canciones, rostros, voces, sentimientos, sensaciones… ya olvidé a qué saben las lágrimas, ya olvidé como sonaba mi risa, pero aún me siento viva, o al menos, eso es lo que parece… no me queda mucho tiempo para hacer lo mismo de siempre, tengo que regresar al encierro y a la privación de estar sola y sorda.

Aquella luz en el techo ilumina más de lo necesario y puede llegar a ser molesta; sin embargo, llegué a acostumbrarme a ella… escucho un río golpeando piedrecitas y un clarinete a lo lejos… me transporté totalmente y aquella sensación de no estar pero seguir siendo, asombrosamente retornó, funciona tan bien, si tan sólo el mundo lo supiera… lo siento, no puedes pasar, acceso restringido, aún sigue siendo mi espacio, puedo llegar a ser egoísta, lo admito, pero es mi única arma contra el mundo, mi única guarida.

Otra vez ingresé a la máquina del tiempo, pero para mi sorpresa, esta vez me adormecí y al ver lo que veo ahora con los ojos cerrados, una sonrisa de verdad se forma en mis labios después de mucho tiempo. Había olvidado que también podía hacer eso. La conmoción me hace temblar, se siente mejor que la adrenalina, los músculos de mis dedos están tensos y mi rostro está acostumbrándose a los gestos que habían olvidado podría hacer también…
En diez minutos viajé por todo el mundo sin moverme de la cama y mis mejillas están sonrojadas, poco a poco el subconsciente quiere darse su lugar a la fuerza, parece que tendré que esperar a recobrar mi sentido común y seguir contándote cómo la vida pasa entre mis dedos… para seguir contándote cómo voy acercándome al todo infinito y todo queda en palabras sobre papel.

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