Le plus long voyage

Aquel martes empezó de manera extraña, a decir verdad, no tenía ni la menor idea de lo que tendría frente a mis ojos unas horas más tarde… verosímil o no esta historia, que más da… es lo que hace interesante el vivir.

Era la semana en que sólo necesitaba estar en cama y soñar o esperar llamada de algún conocido y salir a donde me llevara el instinto, pero debí suponer que no sería así.
Hora del brutal despertar: 10:20 a.m., y digo brutal porque hasta que el cerebro no me de la señal que es hora de levantarme y esté sumida en gritos por pesadillas o hablando como demente en sueños, para mí es como si fuera madrugada y ¿a quién no le jode que los despierten en plena noche?
Mi padre entró en mi habitación ya que por dejadez mía, olvidé ponerle el seguro a la puerta, así que, el primer paso de invasión a mi privacidad al dormitar, había sido realizado y de manera desagradable… él tiene la costumbre de abrir con mucho ímpetu las puertas cada vez que entra a un cuarto, costumbre que se le quedó grabada desde el colegio militar cuando llegaba su superior a levantarlos a las cinco de la mañana, ¡vaya inoportuno!… se acercó a mi cama, por supuesto que había sentido ya su imponente presencia, pero quería seguir fingiendo el estar durmiendo, deseando que me dejara tranquila por un par de horas más… el intento fue fallido, se sentó a mi lado en la cama me besó la cabeza y dijo que debería disculparme con mamá por la discusión de la noche anterior, sabía que estaba yo escuchándole a pesar de estar con los ojos cerrados y no responder a lo que me preguntaba, antes de irse me dejó dicho que arreglara maletas porque en un par de horas nos iríamos de viaje… aquello terminó por despertarme pero me negué a abrir los ojos y tan sólo emití un gruñido de aprobación.

Después de la ducha y negarme a desayunar a las 12 del mediodía, salimos al ruedo, disfruto siempre de mirar el paisaje a cualquier lado al que vaya y soy de hablar poco en el transcurso, tiendo a aislarme muy rápido y dejarme llevar por la música, creo que ya es notorio que soy una melómana empedernida.
Llegábamos a sentir la altura de las montañas y tenía el presentimiento de que algo no andaba bien, de vez en cuando al fijarme en aquellos cerros, juraba que veía gente alzándome la mano o pequeñas cruces en el camino que honraban la memoria de los desafortunados que murieron sin poder llegar al kilómetro siguiente.
Déjenme decir que de las veces que estuve cerca de morir, ninguna tuvo un efecto como esta vez… y fue que a mitad de aquel nada placentero camino, estuvimos flotando en la nada los frenos del auto simplemente se negaron a funcionar y las dos llantas delanteras fuera de la carretera amenazaban con impulsarnos hacia un abismo impresionante, tal cual lagarto abriendo las fauces en la espera para devorar a la presa… una persona en sus cinco sentidos hubiera sentido el pánico normal que aquella situación ameritaba por supuesto, pero estaba yo tan tranquila que hasta tenía ganas de entregarme voluntariamente y sentir como era morirse, volando… sonriendo… pero no tuve suerte esa vez.

¿Por qué las ganas de morir?, más fácil coger un revolver y sin más drama eres nada en un segundo, pero si he vivido y lo sigo haciendo a mi ritmo y con la intensidad con la que lo hago, ¿acaso no puedo pedir una muerte igual?, lo único triste sería no poder escribir sobre eso, ¡vaya que historia sería!... en fin, había caído ya el sol y pude ver un haz amarillo entre las montañas que habíamos dejado atrás, mi madre no creía que tuviera sangre de pararme a tomar fotografías cuando ella estaba al borde del llanto o de sufrir un ataque de epilepsia, si es que ya no lo estaba teniendo. Después de escucharla tirar ajos y mieles como se dice criollamente y maldecir a diestra y siniestra (siempre creí que era su forma peculiar de aliviar tensiones), pudimos ver que alguien apareció en medio de la nada en un gran camión, yo disfrutaba cada momento y simplemente me dejaba llevar... pude mirar la cara del conductor, había algo en sus ojos que parecía hipnotizar, tenía un aire de orate, pero más allá de la apariencia excéntrica, podía sentir culpa en aquella mirada, miedo, desesperación… la respuesta a eso fue desconocida hasta un poco más avanzada la noche.
El aparente buen hombre iba acompañado de otro, más o menos de la misma edad, unos cincuenta muchos o sesenta y pocos, ofrecieron llevarnos pero mi padre tuvo que quedarse en un pueblo cercano con el auto traidor y ordenó a mi madre, mi hermano y a mi a ir con aquel hombre.
- En la cabina alcanza uno más – dijo despreocupadamente el conductor – Los demás pueden ir arriba.
Le dije a mamá que vaya con ellos y mi hermano y yo nos aventuramos a trepar las inmensas paredes de la tolva, al llegar miré que iba cargado de sacos grandes y bien rellenos. –No le recomiendo sentarse en alguno de esos.- un hombre del que no me había percatado de su existencia me dirigió la palabra, estaba sentado en unas tablas junto con su pequeño retoño que se adhería con tal fuerza al cuerpo de su padre no sabía si por protegerse del frío, por temor o ambas cosas.
Logré saltar y me senté sobre una maleta que había acomodado como una especie de asiento, disfrutaba del giro que había tornado el aparente viaje tranquilo en familia, pero ni en sueños estaba dispuesta a permanecer parada más de dos horas y media sumándole el viento helado que hacía tambalear las seis tristes tablas de madera que habían sido amarradas a través de la tolva formando una especie de techo.
Alcé la vista al cielo ya que las enormes paredes no me dejaban ver más, habiéndome acomodado y recostado conté cinco estrellas, pero la de en medio brillaba y hasta parpadeaba con una rapidez que mareaba, giré la cabeza para recuperarme de la ilusión óptica y fue ridículo el número de astros que eran visibles, se multiplicaron en menos de dos segundos y aquel cuarto creciente era lo único que iluminaba el camino, además de los faros del vehículo.

Al pasar ya un buen tiempo sentada, sentía el abandono de energías y claro con todas aquellas sensaciones arremolinadas en un día, extraño fuera si aún siguiera hiperactiva, la adrenalina había fluido por un buen rato y el descenso de la misma hizo que me sintiera un bulto más y desfallecí hasta quedar dormida… entre sueños me percaté que el camión se había detenido, abrí los ojos medio somnolienta aún y vi que el conductor abrió una pequeña puerta que había al otro extremo de la tolva y tiró una saqueta que cayó muy cerca de donde estaba, la verdad no estaba consciente si había pasado eso en realidad porque seguía adormecida, llegué a escuchar al hombre vociferar y reírse como maníaco… caí dormida al instante de nuevo.

Después de unas horas, me había percatado de un ligero olor extraño que por lógica debía provenir de algún saco de esos, pero decidí ignorarlo, mis piernas estaban adormecidas y las estiré, apoyándome en uno de los sacos que yacía al frente mío y había algo raro cuando lo toqué… si aquella cosa hubiera estado relleno de lo que fuere, tendría una contextura uniforme y no parecería una masa amorfa que yo veía y sentía en éste en particular, me fijé si mi hermano o aquel pasajero arrimado notaron mi curiosidad por el fardo, pero por suerte estaban más entretenidos en mirar cuánto camino quedaba por delante… desde muy chica me decían que era curiosa, una manera dulce y sutil, creo yo, de decirme entrometida aunque yo lo llamaba “tener espíritu de conocimiento”, vaya basura de término que se me ocurrió.
De cualquier modo, sentía muchas ganas de saber que contenía esa bolsa y cada una de las que reposaban allí a decir verdad, recuerdo que al estar en esa disyuntiva de hacer o no hacer, el coro de la canción que escuchaba decía: “It’s more than I can handle…” y en verdad aquellas ganas de romper el misterio ese que podría bien parecer algo muy pueril o un simple capricho, me quemaba y era algo que no podía soportar. Tenía un bolso de mano en el regazo y recordé que había llevado una lima conmigo, la cogí y realicé un pequeño corte en un costado del bulto… esperé que a través del pequeño orificio pudiera ver el contenido y terminar con mi ansiedad, pero lo que sucedió fue algo que ni estando mentalmente preparada hubiera sido capaz de presenciar sin proferir un grito de asco y horror… lo primero que averigüé fue de dónde era el sitio del que emanaba aquel aroma extraño que había ignorado, mi primera reacción además de taparme la nariz, fue fijarme si alguien más se había dado cuenta de mi descubrimiento y agradecí que esa noche el viento soplaba con la fuerza con la que lo estaba haciendo… cuando miré la lima que aún la tenía en la otra mano libre me di cuenta que en la punta de ésta, había una sustancia espesa y goteaba a mi rodilla, era color escarlata y parecía que estaba en proceso de coagulación, no hay que ser un genio para darse cuenta que era sangre lo que había manchado el jean que tenía puesto, no me di cuenta si grité o si sólo estaba petrificada de la impresión, vale aclarar que soy intolerante a la sangre y me sorprende no haber perdido el conocimiento, creo que el querer terminar con el misterio me mantenía en pie… en sentido figurativo.

Sentía una fuerza increíble y el corazón estaba a punto de salir del pecho en cualquier momento, me acerqué a gachas y procedí a realizar un corte más profundo y grande que me dejara ver, tuve que amarrar la bufanda contra mi cara tapando mi nariz porque el olor era más fuerte y nauseabundo, las horas que habían pasado desde que el hombre dejó el saco ahí habían hecho efecto muy rápido, al realizar el corte algo cayó a mis rodillas… la cabeza de una mujer adulta, tenía las pupilas inyectadas en sangre… por su mirada parecía que había pedido clemencia al homicida el rostro estaba magistralmente dañado, marcas de puñetazos y cortes la habían casi desfigurado… pero había algo que se me hacía familiar, evidentemente el resto del cuerpo había sido apiñado en el saco, el asesinato no había tenido una planeación inteligente o bien sostenida, se nota que en la desesperación de deshacerse del cuerpo había parecido más fácil descuartizar a la víctima y quizás arrojarla en algún tramo del camino… con tremendo impacto no analicé bien las facciones del rostro ya destrozado… el alma abandonó mi cuerpo, debí haber reaccionado de algún modo porque sentí a mi hermano a mi costado y pude ver una mirada de horror igual o no tan intensa como la mía… estaba muerta… él descubrió quién era… era mi madre.

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