Escalera a la luna


Me había olvidado cerrar la ventana de mi habitación aquella noche y el olor de las flores del jardín y la luz de la luna que se abalanzaba sobre mi cama me despertó de la nube de sueños en la que estaba sumergida. La mente me decía que debía pararme y correr las cortinas pero el cuerpo estaba rendido sobre el colchón y no tenía intención de moverse, abrí los ojos por un momento y mientras las pupilas se acostumbraban a tanta luz, me acordé de los últimos días y me di cuenta que no podía evitar sonreír cuando te recordaba.

Sumida de nuevo en mi inconsciente y sintiendo mi cuerpo flotar, sentía que alguien me miraba fijamente por detrás… ¿Cómo llegaste a entrar a mi sueño? – te miraba sorprendida y no creía que fuera tan real verte con los brazos cruzados y sonriendo ampliamente como si tuvieras un plan para cometer alguna travesura, - Te espero en treinta minutos, toma esta llave y abre el baúl que está escondido debajo de tu cama, te darás cuenta a dónde debes ir… ¡No demores!-.
Lo único que pude hacer fue seguir estando parada con la boca abierta y sentía que tenía dibujado un enorme signo de interrogación en toda la cara porque no entendía de qué demonios me hablabas.
Pensé por un momento que ya no estaba dormida y recurrí al truco de pellizcarme el brazo y ¡vaya que me dolió!, me di cuenta que mi mano izquierda estaba recogida en un puño y sentía algo frío dentro… una pequeña llavecita de plata descansaba en la palma de mi mano ahora extendida… ¿A qué estabas jugando?

No recuerdo haber tenido algún baúl en mi habitación, a menos que contara el pequeño cofrecito que guardaba en el primer cajón de mi cómoda donde guardaba pequeñas cositas que me traían recuerdos, me sentí un poco estúpida confieso, verme caminando y agacharme para mirar bajo la cama… extendí mi mano libre con temor y toque algo frío y duro, inmediatamente sumergí mi cabeza y mitad de cuerpo para alcanzar aquel objeto intruso y al verlo con claridad no había duda que era un pequeño baúl, tenía unos bordes repujados, parecía plata quemada, muy rústico y se veía que tenía buena cantidad de años… ¿Cómo llegó ahí?, tenía ansiedad y miedo de abrirlo, lo levanté y agité en el aire para tratar de adivinar qué contenía, pero estaba tan liviano que podía jurar que estaba vacío.

Las ganas me vencieron, cogí la pequeña llave y abrí el cofre, no sabía qué era lo que supuestamente tenía que encontrar y, aún con la incertidumbre de no saber si estaba despierta o seguía soñando, procuré no hacer mucho ruido para no levantar a papá y mamá. No podía ver nada, lo tomé con las dos manos y me acerqué al borde la ventana para ver mejor. Pude ver una especie de manijas en el fondo y las halé… no daba crédito a mi ojos, y no espero que tampoco lo crean ustedes… pero algo empezó a salir y crecer sin parar, obviamente estaba asustada y tenía miedo que alguien abriera la puerta del cuarto y viera lo que pasaba ahí… ¡era una escalera!, pero una escalera que parecía no tener fin, tenía ganas de ver a dónde iba tan apresurada pero era como estar atornillada al suelo y no poder mover ni un músculo por más que mi cerebro lo gritara, olvidando que mi puerta estaba con seguro por dentro, mi instinto me llevó a girar la cabeza y confirmar que nadie estaba ahí, como si esperara que alguien atravesara las paredes…

Al final, caminé tímida hacia la rara escalera y empecé a subir… atravesé el jardín trasero y no había nadie mirando aparentemente, seguía subiendo y veía los árboles mecerse por el aire que soplaba urgido de hacer desmanes, las calles estaban solas y oscuras a excepción de algunos sitios donde los faroles estarían despiertos toda la noche. No tenía idea de cuánto tiempo había estado escalando y ya empezaba a sentir aire seco y frío, ya no era la brisa que refrescaba el rostro y por un momento pensé en desistir y regresar a la cama a despertar o soñar otra cosa… un par de escalones más… y te escuché, gritabas mi nombre, me espanté y casi caigo por voltear con brusquedad para buscarte… ¡Niña no dejes de subir!... ¡Aquí te espero tengo una sorpresa para ti!...
No estaba segura de qué hacer, o hacía caso de tus absurdos avisos o simplemente te maldecía un poco y dejaba de hacer el ridículo estando suspendida a varios metros del suelo.

Sabiendo que mi curiosidad vencería, opté por la primera alternativa y había algo que no me dejaba parar simplemente, quería buscarte, encontrarte, verte y preguntarte qué había detrás de esa sonrisa traviesa y esa mirada que intrigaba a cualquiera.
Las nubes estaban poco densas y las atravesaba como si fuera simple niebla… cuando de pronto me di cuenta que había llegado hasta la misma luna, era cuarto creciente pero aún así reflejaba una luz tan potente que temía quedarme ciega, parecía un gran foco gigante.

Terminé el último escalón y casi ni sentía las piernas, puse el pie en la superficie y estaba asombrosamente cálida y lisa, sentía que me elevaba y escuché tu risa… te busqué con la mirada y estabas sentado sobre una pequeña roca, mirándome extasiado y con una gran sonrisa dibujada en tu rostro. Te levantaste y fuiste corriendo a darme un abrazo, te sentí tan cálido y me di cuenta de nuevo que no dejaba de sonreírte también.
- Te demoraste un poco, pero sabía que llegarías. ¿Cómo estuvo el viajecito?- me preguntaste con el tono típico de burla que adorabas usar conmigo.
- Te agradecería que para la próxima me envíes boletos espaciales y me ahorras el dolor de piernas y estar congelada por el frío – y volví a abrazarte de nuevo.

No paraste de reír por un buen momento y fuimos caminando, explorando el sitio y viendo que chiquito se veía el mundo desde arriba, el tiempo pasaba tan rápido como dos estrellas fugaces que pudimos ver y a las que bautizamos con nuestros nombres.

- Tengo que volver, debo despertar del sueño.
- ¿Y quién te dijo que estás soñando? Todo esto es real y tengo algo para que recuerdes que estuvimos unas horas dominando el universo con nuestras miradas y jugamos con las estrellas…
Alzaste la mano y así de fácil como jalar un plato que se encuentra en la alacena más alta de la cocina, cogiste una de las estrellas que más brillaron esa noche y me la pusiste en las dos manos y me las cerraste en un puño con las tuyas… te acercaste a mi oído y susurraste que siempre que quería podíamos encontrarnos allí… no a todas las almas las dejaban deambular por el espacio, pero tú tenías permiso especial de quedarte allí y dejarme verte.

- Te he extrañado todos los días y me hace mal saber que no estarás allá abajo conmigo…

Me tocaste el mentón con tus dedos y me dijiste que no tenía porqué ser así, aquel sería nuestro sitio secreto y cada vez que pensara en ti podía viajar hasta la luna y estar contigo cada noche hasta que dejara de soñar…

El sol reemplazó a la luna en un abrir y cerrar de ojos y cuando desperté me di cuenta que todo se trato de un sueño. Un poco apesadumbrada y decepcionada me levanté y busqué los zapatos para bajar a desayunar… cuando con los dedos del pie toqué algo duro, cogí el zapato y una gran roca calló al suelo… la recogí y cuando la puse a la altura de la ventana, donde el sol le daba luz, tomó el brillo más hermoso que había visto en mi vida, parecía un gran diamante… no había soñado después de todo… era la estrella, eras tú.

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