Aquella historia nunca contada









Allá tan lejos donde solo se sentía un infinito vacío y el color no existía, tan vasto para estar desierto, la divinidad se decidió por adornar el firmamento… empezó con una estrella dorada enorme que le daba calidez y color, la bautizaron como Sol… pero decidió tener un compañero pues se cansaba de brillar todo el día y se preguntaba cómo se veía todo antes de su presencia… y se creó la segunda perfección, era hermosa, redonda como Sol pero más pequeña, agraciada, con un color elegante, delicada y a la vez poderosa, reflejaba por el contrario un color diamante, cegador pero locamente atrayente para cualquiera que se atreviera a mirar, imponente y relajada…decidió llamarse Luna.

Quiero contar un secreto, una historia de aquella luna.

Sin pretender restarle el protagonismo a Sol, el cual se enamoró perdidamente de aquel diamante plata, ésta se lleva el papel principal del relato ahora.
Luna sabía de la admiración radiante del otro astro rey pero sabía que nunca podría haber una sintonía… Sol salía de día y Luna de noche. Ella paseaba por el cielo ennegrecido, desfilando y derrochando su hermosura, presumiendo, sintiéndose altanera dueña y señora de la noche, muy segura, controlando todo… pero no era más que un antifaz, la imagen que los demás planetas a su tiempo le construyeron como mitos, considerándola inalcanzable y prohibida.

La verdad es que Luna en el fondo solo reflejaba luz, pero no brillaba por sí misma, se cansaba cada noche de pasear, de buscar algo más, alguien con quien jugar en la oscuridad, con quien hablar,  quería compartir su luz, estaba sola y triste, ya no era altanera y orgullosa, era temerosa y estaba aturdida, hostigada, rendida… ella se apagó.
Se la buscó por todo el universo, eternidad tras eternidad, en alguna otra galaxia, en algún sueño, en algún rincón…ella no apareció.

Una de las tantas noches algo parecía diferente, fuera de lugar… la presencia de algo extraño… ¿un sollozo?... ningún planeta había escuchado ese ruido antes, era extraño, doloroso, amargo, oscuro y… ¡allí estaba! Cerca de un agujero negro Luna buscó un sitio donde podía esconderse y encontrar alguna razón para volver a ser la de antes pero no había nada…solo ese agujero que la llamaba, que la iba absorbiendo… Luna antes de entrar miró atrás, cómo todos los astros la miraban con asombro y dolor, pidiéndole regresar…y entonces pasó, en algún rincón de su cuerpo plata un pequeño brillante en forma de diamante caía y resbalaba… era una lágrima, de las más brillantes y hermosas cosas que se haya visto jamás, tan pequeña y fuerte por cómo se rehusaba desprenderse de Luna, estaba también algo perdida y cuando llegaba al borde de tocar el cielo vacío, esa lágrima flotó con gracia y emanaba una pequeña luz, aun un poco tenue pero suficiente para alumbrar el rostro de Luna y en esos pequeños segundo todo cambió… ella encontró aquello que tanto buscó, aquello que tanto anheló, ese pedacito de luz que estaba a su lado fiel y firmemente… ese pedacito de creación lo llamó Estrella Brillante.

El tiempo pasaba, Luna y Estrella eran inseparables, eran una perfección celestial que combinaban impecablemente, ella volvía a ser elegante y feliz y Estrella brillaba con ella, por ella, para ella… no se podía esperar para que Sol relevara su turno y salieran aquella pareja que mantenía la armonía del universo en otro nivel, cuando sonreían había colisiones de destellos plateados y pequeñas estrellas aparecían como lluvia a su alrededor.
Un día tuvieron que cambiar su órbita, ya no coincidirían por un tiempo, solo un pequeño tiempo, pero se juraron amor celestial eterno y vaya que ese juramento era el más honorable por esos lares.

El tiempo pasaba y sus órbitas iban acercándose más, se mandaban pequeñas estrellas fugaces mensajeras para no extrañarse tanto, para sentir la presencia del otro, para poder ver el destello enamorado que aún alumbraba el cielo en rincones diferentes… “Espérame mi Estrella, la distancia se va acortando, no desesperes, no llores, quiero brillar contigo de nuevo…te mando un pedacito de mí en este mensaje para que me sientas cerca”… ése fue el último mensaje rescatado de Luna antes de aquel día… aquel bendito día.

Ya se imaginan el espectáculo de luces y chispas en el esperado reencuentro de Luna y Estrella, todo volvía a su normalidad, bailaron todo lo que pudieron, desfilaron juntos por cada rincón del universo, se abrazaron tan fuerte, que el choque de sus cuerpos parecía minimizar por mucho al astro rey y lo hacían insignificante y para nada imprescindible.

No todo fue algarabía y jolgorio en las noches celestiales, de vez en cuando Luna y Estrella hacían pequeños giros en sus recorridos, habían roces, choques, alguna que otra incidencia que se tornó recurrente y dolorosa, Luna en algunas ocasiones volvía a aquel agujero negro donde había aparecido el amor de su existencia astral, se escondía y lloraba pequeñas estrellas que se dispersaban y se volvían extenuantes, Estrella dejaba de brillar algunas veces y cuando podía se metía entre las nubes de la Tierra a dormitar y olvidar… ¿era posible que la Luna desapareciera?, ¿el universo otra vez se volvería infinito y vacío? ¿las estrellas se mudarían? Todos tenían filas de preguntas, todos querían respuestas, apuestas a uno y al otro, se formaron grupos divididos y pesimistas… eso no importaba… Estrella existía por Luna, Luna había brillado de nuevo por Estrella… era el momento.

En una de esas noches de caminatas y recorrido habitual se encontraron, ella tímida y triste se acercaba poco a poco esperando con locura ver un pedacito de luz de su amor, él confundido y temeroso pero ni así resistía la fuerza de atracción de su luna de diamantes.
-          Estrella… hola – su voz temblaba
-          Buenas noches de nuevo Luna – trataba de mostrarse implacable
Luna no pudo contener aquel cosquilleo que causaba su voz melodiosa y grave, chispitas brillantes salían a su alrededor y trataba de mantener compostura y elegancia… vamos, en caso de querer atraer a tu estrella de vuelta, no es que la postura ayude mucho ¿verdad?
-          Estrella, te siento lejano… cada vez más, ya no brillo como antes, ya no jugamos más, y hay otras estrellas plebeyas que se quieren parecer a ti… no me confunden, tú apareciste porque te llamé con mi corazón, tú naciste de mi anhelo… te materializaste cuando estaba a punto de perderme en la mayor oscuridad, me hiciste una luna más linda, más elegante, más fuerte…me hiciste…una “Luna Llena” y siempre fuiste la estrella más hermosa y especial que me acompaña cerca de mi alma… vamos, acortemos nuestro recorrido, borremos unos años luz entre nosotros, somos creación pensada, perfeccionados en la belleza de nuestra existencia y nuestro amor… nuestros caminos chocarán de vez en cuando, pero podemos aprender a convertir esos roces en caricias, en danzas, en luz, nuestra fuerza terminará atrayéndonos, nuestros rostros vuelven a juntarse, no tengas miedo de viajar por este cielo oscuro, ¿ves qué bonito iluminamos todo esto?, no tiene gracia pasear por aquí sin ti a mi lado… encontré mi significado contigo… mi ser está completo ahora que también veo brillar tus ojos.

Luna sentía una leve quemazón en las mejillas y un cosquilleo en el estómago. Nunca había hablado así a Estrella delante de todo el mundo… literalmente. Ella sólo dijo una cosa más que según se cuenta fue más o menos así: “Estrella… MI Estrella Brillante… mi pedazo de alma convertido en amor, mi refugio, mi compañía, mi felicidad, mi amor… ¿Quieres volver al costado mío y seguir viajando al infinito por más eternidades sin contar?

Estrella Brillante miraba a su milagro de amor de una manera estupefacta, con los ojos bien abiertos y con una ansiedad loca en el corazón saltando a brincos. Sus labios temblaban y estaban a punto de responder aquella pregunta…

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