Escalera a la luna


Me había olvidado cerrar la ventana de mi habitación aquella noche y el olor de las flores del jardín y la luz de la luna que se abalanzaba sobre mi cama me despertó de la nube de sueños en la que estaba sumergida. La mente me decía que debía pararme y correr las cortinas pero el cuerpo estaba rendido sobre el colchón y no tenía intención de moverse, abrí los ojos por un momento y mientras las pupilas se acostumbraban a tanta luz, me acordé de los últimos días y me di cuenta que no podía evitar sonreír cuando te recordaba.

Sumida de nuevo en mi inconsciente y sintiendo mi cuerpo flotar, sentía que alguien me miraba fijamente por detrás… ¿Cómo llegaste a entrar a mi sueño? – te miraba sorprendida y no creía que fuera tan real verte con los brazos cruzados y sonriendo ampliamente como si tuvieras un plan para cometer alguna travesura, - Te espero en treinta minutos, toma esta llave y abre el baúl que está escondido debajo de tu cama, te darás cuenta a dónde debes ir… ¡No demores!-.
Lo único que pude hacer fue seguir estando parada con la boca abierta y sentía que tenía dibujado un enorme signo de interrogación en toda la cara porque no entendía de qué demonios me hablabas.
Pensé por un momento que ya no estaba dormida y recurrí al truco de pellizcarme el brazo y ¡vaya que me dolió!, me di cuenta que mi mano izquierda estaba recogida en un puño y sentía algo frío dentro… una pequeña llavecita de plata descansaba en la palma de mi mano ahora extendida… ¿A qué estabas jugando?

No recuerdo haber tenido algún baúl en mi habitación, a menos que contara el pequeño cofrecito que guardaba en el primer cajón de mi cómoda donde guardaba pequeñas cositas que me traían recuerdos, me sentí un poco estúpida confieso, verme caminando y agacharme para mirar bajo la cama… extendí mi mano libre con temor y toque algo frío y duro, inmediatamente sumergí mi cabeza y mitad de cuerpo para alcanzar aquel objeto intruso y al verlo con claridad no había duda que era un pequeño baúl, tenía unos bordes repujados, parecía plata quemada, muy rústico y se veía que tenía buena cantidad de años… ¿Cómo llegó ahí?, tenía ansiedad y miedo de abrirlo, lo levanté y agité en el aire para tratar de adivinar qué contenía, pero estaba tan liviano que podía jurar que estaba vacío.

Las ganas me vencieron, cogí la pequeña llave y abrí el cofre, no sabía qué era lo que supuestamente tenía que encontrar y, aún con la incertidumbre de no saber si estaba despierta o seguía soñando, procuré no hacer mucho ruido para no levantar a papá y mamá. No podía ver nada, lo tomé con las dos manos y me acerqué al borde la ventana para ver mejor. Pude ver una especie de manijas en el fondo y las halé… no daba crédito a mi ojos, y no espero que tampoco lo crean ustedes… pero algo empezó a salir y crecer sin parar, obviamente estaba asustada y tenía miedo que alguien abriera la puerta del cuarto y viera lo que pasaba ahí… ¡era una escalera!, pero una escalera que parecía no tener fin, tenía ganas de ver a dónde iba tan apresurada pero era como estar atornillada al suelo y no poder mover ni un músculo por más que mi cerebro lo gritara, olvidando que mi puerta estaba con seguro por dentro, mi instinto me llevó a girar la cabeza y confirmar que nadie estaba ahí, como si esperara que alguien atravesara las paredes…

Al final, caminé tímida hacia la rara escalera y empecé a subir… atravesé el jardín trasero y no había nadie mirando aparentemente, seguía subiendo y veía los árboles mecerse por el aire que soplaba urgido de hacer desmanes, las calles estaban solas y oscuras a excepción de algunos sitios donde los faroles estarían despiertos toda la noche. No tenía idea de cuánto tiempo había estado escalando y ya empezaba a sentir aire seco y frío, ya no era la brisa que refrescaba el rostro y por un momento pensé en desistir y regresar a la cama a despertar o soñar otra cosa… un par de escalones más… y te escuché, gritabas mi nombre, me espanté y casi caigo por voltear con brusquedad para buscarte… ¡Niña no dejes de subir!... ¡Aquí te espero tengo una sorpresa para ti!...
No estaba segura de qué hacer, o hacía caso de tus absurdos avisos o simplemente te maldecía un poco y dejaba de hacer el ridículo estando suspendida a varios metros del suelo.

Sabiendo que mi curiosidad vencería, opté por la primera alternativa y había algo que no me dejaba parar simplemente, quería buscarte, encontrarte, verte y preguntarte qué había detrás de esa sonrisa traviesa y esa mirada que intrigaba a cualquiera.
Las nubes estaban poco densas y las atravesaba como si fuera simple niebla… cuando de pronto me di cuenta que había llegado hasta la misma luna, era cuarto creciente pero aún así reflejaba una luz tan potente que temía quedarme ciega, parecía un gran foco gigante.

Terminé el último escalón y casi ni sentía las piernas, puse el pie en la superficie y estaba asombrosamente cálida y lisa, sentía que me elevaba y escuché tu risa… te busqué con la mirada y estabas sentado sobre una pequeña roca, mirándome extasiado y con una gran sonrisa dibujada en tu rostro. Te levantaste y fuiste corriendo a darme un abrazo, te sentí tan cálido y me di cuenta de nuevo que no dejaba de sonreírte también.
- Te demoraste un poco, pero sabía que llegarías. ¿Cómo estuvo el viajecito?- me preguntaste con el tono típico de burla que adorabas usar conmigo.
- Te agradecería que para la próxima me envíes boletos espaciales y me ahorras el dolor de piernas y estar congelada por el frío – y volví a abrazarte de nuevo.

No paraste de reír por un buen momento y fuimos caminando, explorando el sitio y viendo que chiquito se veía el mundo desde arriba, el tiempo pasaba tan rápido como dos estrellas fugaces que pudimos ver y a las que bautizamos con nuestros nombres.

- Tengo que volver, debo despertar del sueño.
- ¿Y quién te dijo que estás soñando? Todo esto es real y tengo algo para que recuerdes que estuvimos unas horas dominando el universo con nuestras miradas y jugamos con las estrellas…
Alzaste la mano y así de fácil como jalar un plato que se encuentra en la alacena más alta de la cocina, cogiste una de las estrellas que más brillaron esa noche y me la pusiste en las dos manos y me las cerraste en un puño con las tuyas… te acercaste a mi oído y susurraste que siempre que quería podíamos encontrarnos allí… no a todas las almas las dejaban deambular por el espacio, pero tú tenías permiso especial de quedarte allí y dejarme verte.

- Te he extrañado todos los días y me hace mal saber que no estarás allá abajo conmigo…

Me tocaste el mentón con tus dedos y me dijiste que no tenía porqué ser así, aquel sería nuestro sitio secreto y cada vez que pensara en ti podía viajar hasta la luna y estar contigo cada noche hasta que dejara de soñar…

El sol reemplazó a la luna en un abrir y cerrar de ojos y cuando desperté me di cuenta que todo se trato de un sueño. Un poco apesadumbrada y decepcionada me levanté y busqué los zapatos para bajar a desayunar… cuando con los dedos del pie toqué algo duro, cogí el zapato y una gran roca calló al suelo… la recogí y cuando la puse a la altura de la ventana, donde el sol le daba luz, tomó el brillo más hermoso que había visto en mi vida, parecía un gran diamante… no había soñado después de todo… era la estrella, eras tú.

Le plus long voyage

Aquel martes empezó de manera extraña, a decir verdad, no tenía ni la menor idea de lo que tendría frente a mis ojos unas horas más tarde… verosímil o no esta historia, que más da… es lo que hace interesante el vivir.

Era la semana en que sólo necesitaba estar en cama y soñar o esperar llamada de algún conocido y salir a donde me llevara el instinto, pero debí suponer que no sería así.
Hora del brutal despertar: 10:20 a.m., y digo brutal porque hasta que el cerebro no me de la señal que es hora de levantarme y esté sumida en gritos por pesadillas o hablando como demente en sueños, para mí es como si fuera madrugada y ¿a quién no le jode que los despierten en plena noche?
Mi padre entró en mi habitación ya que por dejadez mía, olvidé ponerle el seguro a la puerta, así que, el primer paso de invasión a mi privacidad al dormitar, había sido realizado y de manera desagradable… él tiene la costumbre de abrir con mucho ímpetu las puertas cada vez que entra a un cuarto, costumbre que se le quedó grabada desde el colegio militar cuando llegaba su superior a levantarlos a las cinco de la mañana, ¡vaya inoportuno!… se acercó a mi cama, por supuesto que había sentido ya su imponente presencia, pero quería seguir fingiendo el estar durmiendo, deseando que me dejara tranquila por un par de horas más… el intento fue fallido, se sentó a mi lado en la cama me besó la cabeza y dijo que debería disculparme con mamá por la discusión de la noche anterior, sabía que estaba yo escuchándole a pesar de estar con los ojos cerrados y no responder a lo que me preguntaba, antes de irse me dejó dicho que arreglara maletas porque en un par de horas nos iríamos de viaje… aquello terminó por despertarme pero me negué a abrir los ojos y tan sólo emití un gruñido de aprobación.

Después de la ducha y negarme a desayunar a las 12 del mediodía, salimos al ruedo, disfruto siempre de mirar el paisaje a cualquier lado al que vaya y soy de hablar poco en el transcurso, tiendo a aislarme muy rápido y dejarme llevar por la música, creo que ya es notorio que soy una melómana empedernida.
Llegábamos a sentir la altura de las montañas y tenía el presentimiento de que algo no andaba bien, de vez en cuando al fijarme en aquellos cerros, juraba que veía gente alzándome la mano o pequeñas cruces en el camino que honraban la memoria de los desafortunados que murieron sin poder llegar al kilómetro siguiente.
Déjenme decir que de las veces que estuve cerca de morir, ninguna tuvo un efecto como esta vez… y fue que a mitad de aquel nada placentero camino, estuvimos flotando en la nada los frenos del auto simplemente se negaron a funcionar y las dos llantas delanteras fuera de la carretera amenazaban con impulsarnos hacia un abismo impresionante, tal cual lagarto abriendo las fauces en la espera para devorar a la presa… una persona en sus cinco sentidos hubiera sentido el pánico normal que aquella situación ameritaba por supuesto, pero estaba yo tan tranquila que hasta tenía ganas de entregarme voluntariamente y sentir como era morirse, volando… sonriendo… pero no tuve suerte esa vez.

¿Por qué las ganas de morir?, más fácil coger un revolver y sin más drama eres nada en un segundo, pero si he vivido y lo sigo haciendo a mi ritmo y con la intensidad con la que lo hago, ¿acaso no puedo pedir una muerte igual?, lo único triste sería no poder escribir sobre eso, ¡vaya que historia sería!... en fin, había caído ya el sol y pude ver un haz amarillo entre las montañas que habíamos dejado atrás, mi madre no creía que tuviera sangre de pararme a tomar fotografías cuando ella estaba al borde del llanto o de sufrir un ataque de epilepsia, si es que ya no lo estaba teniendo. Después de escucharla tirar ajos y mieles como se dice criollamente y maldecir a diestra y siniestra (siempre creí que era su forma peculiar de aliviar tensiones), pudimos ver que alguien apareció en medio de la nada en un gran camión, yo disfrutaba cada momento y simplemente me dejaba llevar... pude mirar la cara del conductor, había algo en sus ojos que parecía hipnotizar, tenía un aire de orate, pero más allá de la apariencia excéntrica, podía sentir culpa en aquella mirada, miedo, desesperación… la respuesta a eso fue desconocida hasta un poco más avanzada la noche.
El aparente buen hombre iba acompañado de otro, más o menos de la misma edad, unos cincuenta muchos o sesenta y pocos, ofrecieron llevarnos pero mi padre tuvo que quedarse en un pueblo cercano con el auto traidor y ordenó a mi madre, mi hermano y a mi a ir con aquel hombre.
- En la cabina alcanza uno más – dijo despreocupadamente el conductor – Los demás pueden ir arriba.
Le dije a mamá que vaya con ellos y mi hermano y yo nos aventuramos a trepar las inmensas paredes de la tolva, al llegar miré que iba cargado de sacos grandes y bien rellenos. –No le recomiendo sentarse en alguno de esos.- un hombre del que no me había percatado de su existencia me dirigió la palabra, estaba sentado en unas tablas junto con su pequeño retoño que se adhería con tal fuerza al cuerpo de su padre no sabía si por protegerse del frío, por temor o ambas cosas.
Logré saltar y me senté sobre una maleta que había acomodado como una especie de asiento, disfrutaba del giro que había tornado el aparente viaje tranquilo en familia, pero ni en sueños estaba dispuesta a permanecer parada más de dos horas y media sumándole el viento helado que hacía tambalear las seis tristes tablas de madera que habían sido amarradas a través de la tolva formando una especie de techo.
Alcé la vista al cielo ya que las enormes paredes no me dejaban ver más, habiéndome acomodado y recostado conté cinco estrellas, pero la de en medio brillaba y hasta parpadeaba con una rapidez que mareaba, giré la cabeza para recuperarme de la ilusión óptica y fue ridículo el número de astros que eran visibles, se multiplicaron en menos de dos segundos y aquel cuarto creciente era lo único que iluminaba el camino, además de los faros del vehículo.

Al pasar ya un buen tiempo sentada, sentía el abandono de energías y claro con todas aquellas sensaciones arremolinadas en un día, extraño fuera si aún siguiera hiperactiva, la adrenalina había fluido por un buen rato y el descenso de la misma hizo que me sintiera un bulto más y desfallecí hasta quedar dormida… entre sueños me percaté que el camión se había detenido, abrí los ojos medio somnolienta aún y vi que el conductor abrió una pequeña puerta que había al otro extremo de la tolva y tiró una saqueta que cayó muy cerca de donde estaba, la verdad no estaba consciente si había pasado eso en realidad porque seguía adormecida, llegué a escuchar al hombre vociferar y reírse como maníaco… caí dormida al instante de nuevo.

Después de unas horas, me había percatado de un ligero olor extraño que por lógica debía provenir de algún saco de esos, pero decidí ignorarlo, mis piernas estaban adormecidas y las estiré, apoyándome en uno de los sacos que yacía al frente mío y había algo raro cuando lo toqué… si aquella cosa hubiera estado relleno de lo que fuere, tendría una contextura uniforme y no parecería una masa amorfa que yo veía y sentía en éste en particular, me fijé si mi hermano o aquel pasajero arrimado notaron mi curiosidad por el fardo, pero por suerte estaban más entretenidos en mirar cuánto camino quedaba por delante… desde muy chica me decían que era curiosa, una manera dulce y sutil, creo yo, de decirme entrometida aunque yo lo llamaba “tener espíritu de conocimiento”, vaya basura de término que se me ocurrió.
De cualquier modo, sentía muchas ganas de saber que contenía esa bolsa y cada una de las que reposaban allí a decir verdad, recuerdo que al estar en esa disyuntiva de hacer o no hacer, el coro de la canción que escuchaba decía: “It’s more than I can handle…” y en verdad aquellas ganas de romper el misterio ese que podría bien parecer algo muy pueril o un simple capricho, me quemaba y era algo que no podía soportar. Tenía un bolso de mano en el regazo y recordé que había llevado una lima conmigo, la cogí y realicé un pequeño corte en un costado del bulto… esperé que a través del pequeño orificio pudiera ver el contenido y terminar con mi ansiedad, pero lo que sucedió fue algo que ni estando mentalmente preparada hubiera sido capaz de presenciar sin proferir un grito de asco y horror… lo primero que averigüé fue de dónde era el sitio del que emanaba aquel aroma extraño que había ignorado, mi primera reacción además de taparme la nariz, fue fijarme si alguien más se había dado cuenta de mi descubrimiento y agradecí que esa noche el viento soplaba con la fuerza con la que lo estaba haciendo… cuando miré la lima que aún la tenía en la otra mano libre me di cuenta que en la punta de ésta, había una sustancia espesa y goteaba a mi rodilla, era color escarlata y parecía que estaba en proceso de coagulación, no hay que ser un genio para darse cuenta que era sangre lo que había manchado el jean que tenía puesto, no me di cuenta si grité o si sólo estaba petrificada de la impresión, vale aclarar que soy intolerante a la sangre y me sorprende no haber perdido el conocimiento, creo que el querer terminar con el misterio me mantenía en pie… en sentido figurativo.

Sentía una fuerza increíble y el corazón estaba a punto de salir del pecho en cualquier momento, me acerqué a gachas y procedí a realizar un corte más profundo y grande que me dejara ver, tuve que amarrar la bufanda contra mi cara tapando mi nariz porque el olor era más fuerte y nauseabundo, las horas que habían pasado desde que el hombre dejó el saco ahí habían hecho efecto muy rápido, al realizar el corte algo cayó a mis rodillas… la cabeza de una mujer adulta, tenía las pupilas inyectadas en sangre… por su mirada parecía que había pedido clemencia al homicida el rostro estaba magistralmente dañado, marcas de puñetazos y cortes la habían casi desfigurado… pero había algo que se me hacía familiar, evidentemente el resto del cuerpo había sido apiñado en el saco, el asesinato no había tenido una planeación inteligente o bien sostenida, se nota que en la desesperación de deshacerse del cuerpo había parecido más fácil descuartizar a la víctima y quizás arrojarla en algún tramo del camino… con tremendo impacto no analicé bien las facciones del rostro ya destrozado… el alma abandonó mi cuerpo, debí haber reaccionado de algún modo porque sentí a mi hermano a mi costado y pude ver una mirada de horror igual o no tan intensa como la mía… estaba muerta… él descubrió quién era… era mi madre.

Otra página escrita


…Entonces recordó aquel aro raro y gigante que ambos miraron en polos opuestos alguna vez. El día era aparentemente como cualquier otro, la misma rutina, la misma gente, la misma distribución de su tiempo en cosas banales pero a la vez de suma importancia para ella, seguía pendiente del teléfono por si escuchaba aquel timbre que la ponía nerviosa y saltar en un pie, esperó y esperó pero el teléfono nunca sonó… obviamente su orgullo era tan grande que lo último en lo que pensaría era en llamarlo y hacerle algún reclamo “justo y justificado”, aunque… así como el orgullo rebosaba en ella, así también su curiosidad…

El baño la relajó, le encantaba sentir las pequeñísimas gotas de agua hechas vapor impregnarse en su cuerpo, la suavidad en su piel exfoliada, el olor a maravillas en su cabello y la sensación de esa lluvia caliente que resbalaba desde su rostro hasta sus pies. Habíase ya acomodado en su recámara que un tanto reflejaba la niñez que se negaba a dejar pero a la vez habían pequeños detalles que le recordaban que había dejado de ser una adolescente hormonal y amenazaba en la conversión completa a ser mujer, la computadora sobre el escritorio estaba encendida y los libros que habían sido ordenados según el nivel de interés que tenía por leerlos, daban claras señas de haber sido destrozados, esto lo digo como metáfora pues ella podía olvidarse de comer, dormir y de que existe el mundo y devorar libros enteros sin importar volumen en unas cuantas horas; así que ya sintiendo que había aliviado emociones diversas e imaginarse ciento de escenas de los capítulos en su cabeza, la animaron unas fotografías que tanto le gustaba tomar cada vez que iba a la playa… las diapositivas iban pasando lentamente, parecía que su memoria hubiera escapado de ella y estaba cristalizándose en recuadros inertes pero precisos, podía de nuevo escuchar las olas irrumpiendo en la orilla, la espuma tocando la punta de los dedos de los pies, esas pinceladas de colores en el cielo, podía ver otra imagen donde recordó que había tenido menos de cinco minutos para hacer la toma perfecta y precisa, pues el sol, cuando tenía que ocultarse, perdía cuidado de la velocidad a la que se despedía; sin embargo, pudo inmortalizar el segundo de una manera casi profesional me atrevería a decir.

Era ya de noche y no había caído en la cuenta que aún seguía ella con la toalla doblada diestramente sobre su cabeza y la salida de baño cubría su cuerpo, las fotos siempre cumplían con el objetivo de mantenerla idiotizada en el remolino de sensaciones y recuerdos que éstas le provocaban, una especie de catarsis casera y, fue en la siguiente toma, en la que sintió de pronto el corazón caer como plomo al estómago, se trataba de una fotografía que ella había tomado una noche de luna llena, donde un halo de colores hermosos estaba alrededor de aquella perla y había hecho que permaneciera horas sentada observando el fenómeno.
Fue esa sensación de algo que se hunde en el pecho cuando te enteras de algo malo, esa sensación de que el músculo latente cesa y sólo sientes un hilo helado recorriendo tu espina… aquellos flashes de recuerdos añorados se convirtieron en unos inflamados de incertidumbre, nostalgia ácida, miedo… se fijo en la hora y notó que el teléfono seguía en el mismo sitio y no dio señal de vida. Con el nudo en la garganta y haciendo casi un esfuerzo imposible de minimizar su fortaleza de vanidad, decidió llamar, largos segundos de espera, el pecho le iba a reventar… y ahí estaba él, aquella voz que la hacía desvanecer de amor, paradójicamente la llenó de rabia e indignación por el abandono esta vez. Tratando de ser afable y ocultar cualquier nota ínfima de enojo, lo saludó como de costumbre… ella sintió el sarcasmo típico en él pero también la melodía de su voz era áspera, sentía el desinterés, ¿resentimiento quizás? – ¿Ahora qué carajo hice?- pensó, tratando de amilanar el desconcierto de que él fuera ahora el ofendido y no ella.
Siguió fingiendo dulzura y le preguntó por qué no había llamado en todo el día, aquel no dijo nada, a decir verdad, que él no dijera mucho no era síntoma para alarmarse o preocuparse, siempre fue muy parco para demostrar cualquier indicio de sentimientos de cariño y vale la aclaración, sólo o mayormente los de cariño porque cuando se trataba de enojo u ofensa, vaya que no había mejor actor que él.

Ella seguía jugando al papel de que no le había importado que la ignorase y volvió a preguntarle qué había pasado, lo que vino fue lo más absurdo que ella imaginó podía salir de sus labios - ¡Vaya con qué idioteces me salió!- fue lo único que ella pudo pensar.
La sarta de sandeces y excusas alarmantemente increíbles las dejaré a imaginación del lector pues no creo que merezca la pena el detalle de éstas.
Lo que vino a continuación fue la materialización de la duda que siempre trató de esconder en su mente, aquel insensible, en un arranque más de su inmadurez logró desplomarla con tan sólo cuatro palabras y al pronunciar cada una de ellas, eran como truenos retumbando sin piedad sobre ella y noqueándola cada segundo, agradeciendo a Dios o, porque no al demonio quizás, el hecho de ser muy versátil y poder camuflar sus sentimientos de manera impresionante, invistió a su voz con un tono de seria despreocupación y calma y tan sólo atinó a decirle: “gracias por enseñarme a amar… adiós”… dejó el teléfono en el mismo sitio donde había reposado todo el día y viró el rostro hacia la imagen que desencadenó este desenlace, entonces recordó aquel aro raro y gigante que ambos miraron en polos opuestos alguna vez.

Rivers of believe



El patio que estaba en la parte final de la casa donde he vivido casi toda mi vida, no había manera alguna que me encontraran ahí, el suelo estaba iluminado como nunca, caminé como hipnotizada y me recosté en la pared, los brazos cruzados, un aire frío que me despertaba, un par de nubes color ámbar, mi amiga de siempre por supuesto y silencio… nadie se percató que estaba en mis momentos bohemios de perderme en fantasías, sueños o como quieran llamarlo, es decir, lo mismo de siempre: mirar al cielo y ponerme a pensar, costumbre que la daba por perdida pero creo que la retomé en el instante preciso.

Hasta hace meses no me preocupaba por echarle una mirada atrás a lo que me había sucedido, no había ni un torcedura en el camino, seguía igual de tranquilo, un poco rutinario podría decir y si miraba hacia delante podía apostar que seguiría así por mucho tiempo… pero aquí es donde digo que la vida puede cambiar de un momento a otro y lo único seguro a lo que puedes apostar es a esa milésima de segundo en el que estás respirando.
En una semana puedes terminar un ciclo, en un día tu mente puede volar a lugares menos pensados, en un segundo tu corazón puede sobreparar por una emoción fuerte y ésas son las que me gustan vivir, o al menos, me ocurren muy a menudo últimamente… sin entrar en detalles pero créanme, al sucederles una vez y sienten que son arrastrados por ese espiral de vértigo y ansiedad por algún motivo en particular, no sean cobardes y déjense caer… no sabes si pararás, puede que lloren, puede que rían, puede que simplemente no digan una sola palabra pero se sentirán plenos… es algo rarísimo pero nunca sabrán si aquel huracán vendrá de nuevo.

Una de las ventajas de haber vivido lo que he vivido, es que sé que mi libro tiene muchas hojas aún por ser llenadas… lo que me da curiosidad es el no saber si las llenaré en un año más o quizás un día… lo bueno es haber experimentado pero no todo, la ventaja de conocer la verdad de la gente pero tener un poco de ingenuidad, no sé si decirle ventaja pero el hecho de haber madurado rápido, aunque no tengo la menor idea de cuándo pararé, el ser intensa pero tengo tantas cosas por sentir… no sé, imagino que sólo es cuestión de esperar, por ahora sé que estoy en la cuerda floja y no tengo pavor de caer… no sería la primera vez… pensar que éste es un masoquismo justificado, creo que hay ciertos dolores que merecen la pena vivirlos, a veces redimirse es cuestión de caer en la cuenta que hay una realidad.

Let it go


Solo quiero que seas feliz con o son mí, aunque por dentro mi mundo se caiga a pedazos y sienta que el alma se me va pero creí que era lo correcto, al menos eso pensé las últimas 24 horas después de todo el drama de la noche anterior.

Había algo que me estaba cegando a media noche que no me dejaba dormir, primero pensé que era todo el revoltijo que tenía en mi mente, después vi que era aquella luz blanca que siempre amé pero que, por esta vez, me atormentaba porque me obligaba a pensar en todo aquello que quería olvidar entre sueños… entendí que eso no iba a suceder.

Busca a alguien más, nada cambiará entre nosotros… ¡pura estupidez!, ¿quién te va a creer eso?... yo te pertenecía y tu a mí, aunque ya desde un inicio sabíamos lo que podía suceder en caso de no poder controlar todo lo que exigíamos a cambio el uno del otro, no sólo me refiero al placer, sino también al simple hecho de poderte mirar a los ojos toda la noche, apoyar mi cabeza en tu pecho y escuchar tu acelerado corazón, el oír tu voz hasta que quedara en mi subconsciente o sentir tus brazos alrededor de mi espalda protegiéndome de toda duda de si quererte o no, ¿ves a lo que me refiero? ¿Cómo diablos supones que eso es tan fácil de dar a alguien más de la noche a la mañana?, está bien, admito que tengo parte de la responsabilidad pero pensé que era lo mejor, ¡odio la maldita duda!

La cama estaba muy caliente, es lo mismo cada verano infernal, el ventilador giraba apaciguando un poco el bochorno, las almohadas parecían trabar mi intento por dormir un poco y dejarme ir aunque sea por unas horas lejos de ti y de mí misma también, las estrellas parecían miles de diminutos ojos mirándome, observando cada movimiento, cada respiración, cada gesto de mi rostro… como si estuvieran a cargo de hacer que el remordimiento estuviera durmiendo conmigo esta vez y no tener paz, la música seguía retumbando en mis oídos intentando enmudecer a mi cerebro… y pensar que lo único que quería era que fueras feliz… pero veo que será a costa de la mía, entonces te esperaré sentada en el borde de mi cama a que me hables al oído y me perdones.

Punto ciego

verdad9gg
Se suponía que sería uno de los meses más calurosos, por el contrario, me pasaba noches enteras sin dormir por el sonido de pesadas gotas golpeando la ventana… ok, reconozco que me vuelvo la más grande de las cobardes cuando llueve, retrocedo y vuelvo a ser una pequeña niña asustada que espera un abrazo y un beso para espantar los temores de la niñez…
Me sentía un poco frustrada, tanto por hacer pero sin poder empezar nada de lo que quería, podía quedarme quieta por horas hasta sentir el entumecimiento en los músculos… hazaña de la que no se me sentía nada orgullosa… lo que más me importaba en realidad era mantener mi cerebro fuera de órbita, actuar pero sin ser conciente al menos por unas horas.
Sentía tanta pena de contar los días de perderme aquel espectáculo que siempre era grato de ver en un lugar especial a una hora especial, sin más compañía que mi sombra distorsionada por efecto de la hora y la puesta del sol, no había poder humano que me hiciera salir de casa en un día gris y caliente… los complejos eran entonces los que siempre saltaban a mi cabeza y no me dejaban más que divagar en amargas sendas que quería evitar… había prometido no odiar, había prometido ser libre, había prometido querer pero con cierto recelo por motivos que he dejado en claro algunas veces en mis escritos o que simplemente no los menciono porque prefiero enterrarlos en el momento en que sucedieron. Hay algo aquí adentro, que me desconcierta, algo que sé que debo expresar pero no puedo, no puedo porque aún no tengo la más mínima idea de lo que puede ser, es algo que no me deja sentirme bien después de una catarsis diaria, tan acostumbrada en mí, algo que no me deja sonreír con toda sinceridad, algo que hace que mi vida tenga un 20% de miseria, lo suficiente como para tumbarme al piso en cualquier momento… ¿alguna idea?
Sonidos de instrumentos de viento, armonías perfectas, constelaciones que se esconden de los ojos de inexpertos, estrella oculta entre nubes espesas, voces graves repitiendo palabras en un idioma que no le encuentro sentido, olas reventando en alguna orilla que no logro ver pero puedo escuchar, pájaros en lo alto de los árboles y sonidos descompuestos por rasgueos individuales que adormecen a cualquiera… al menos todo eso que parece un enredo de palabras tenía sentido y me hacían sentir mejor… yo sigo esperando o esperándote, ¿dónde más he de ir a buscar?, pensé en escoger cualquier acantilado y caer en un punto ciego del mar, tal vez encuentre un cofre con mi tesoro como en aquellas historias fantásticas… o quizás sólo termine ahogándome en mi propia desesperación.

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