Es de noche y empiezo a soñar

-Eso nunca cambió, tan sólo tenía miedo…

Tenía las manos heladas, no sé por qué en esta habitación hace más frío que un congelador, vaya primavera, sabía que seguiría congelándome con ganas hasta diciembre y si por mi fuera, desearía un eterno invierno…
…Lo malo de aquellas noches en las que no había deberes pendientes parpadeándome en la frente, era mi vulnerabilidad de poner algo soft en el reproductor de música y divagar entre memorias y alucinaciones…

Recuerdo esa mañana, tenía una migraña de aquellas en la que el palpitar del corazón se multiplica por mil en la cabeza y no deja pensar, había olvidado en el cajón la medicina que me calmaba en menos de un minuto así que, como decía mi madre, decidí “aguantar como macho”, al menos hasta que llegara a una farmacia cercana. Por supuesto que la sorpresa seguía en pie y nadie sabía de mi llegada inesperada.

- Miedo, cobardía, qué más da, yo siempre pensé que… - me tragué el final de la frase por temor a una culpabilidad a posteriori y dando un respingo evité su mirada.

Es extraño que yo diga esto, pero aquel día de primavera era particularmente magnífico, cielo brillante, sin nubes, un sol en todo su esplendor pero que no quemaba, suerte de estar cerca al mar pues la brisa hacía buen trabajo como ventilador gigante, por lo que podía caminar sin quejarme durante horas y sin la molestia de terminar empapada de sudor.
Colgado en el hombro tenía un bolso cómodo y lo suficientemente espacioso como para tener lo necesario, vamos serían tan sólo un par de días y había dejado dicho que pasaría el fin de semana en casa de una amiga, (la cual había sido programada por mí días antes para no contestar llamadas de mi casa) y no haciendo un viaje de cinco horas para satisfacer un capricho mío. Tenía el presentimiento que no debía ponerme tacones, así que las sandalias iban bien y el vestido blanco que parecía chorrearse por mi cuerpo, me daban la apariencia de esas muchachas que salen en publicidades de verano con lentes de sol promocionando lo caro de las prendas de temporada.

… poniendo un gesto serio, de esos que desmantelaban cualquier mentira, me miró por unos minutos. - ¿Qué es lo que realmente estás pensando?

Calculé que había pasado como veinte minutos caminando después de haber bajado del bus, la ruta la conocía más que de memoria, durante las semanas previas a mi aventurita había mentalizado el recorrido exacto, el tiempo promedio, los gestos y el discurso que lo acompañaría.
Treinta, cuarenta y cinco minutos, una hora…estaba cerca. Como fugitiva tendía a mirar hacia atrás cerciorándome que nadie conocido andaba por ahí y tendría el infortunio de verme y fregarme el plan.
La verdad no le veía el asunto al misterio mío de hacerme la súper famosa y esconderme de los paparazzi, quizá para ponerle un poquito más de emoción.

Dos cuadras más… ya podía ver el edificio hacerse más grande y majestuoso… ¡demonios!, el corazón ya empezaba a hacer de las suyas, mis manos se ponían frías, sentía eso de que se hundía el pecho, dolor de barriga y las ganas de retroceder y regresar por donde vine…
Se sentía el ambiente de cambio de estación, las calles estaban más atestadas de gente que quería pasar una mañana en la playa, de papás con sus hijos yendo de pesca, muchachas presumiendo ropas caras y cabellos recién pintados, heladerías que abrían desde temprano con gente formando cola y las tiendas de descuento mostrando trajes de surf y bikinis en las vitrinas… ¡vaya! Felizmente que no debía cruzar ninguna pista, había un tráfico endemoniado y los semáforos se hacían eternos.

- Nada, nada… no trates de hacerte el lector de mentes y gestos, ni de psicoanalista…

Y ahí estaba yo, hecha una idiota, parada delante de la puerta principal y hecha un nudo desde el cuello hasta los pies… - ¡estúpida! ¿A qué vienes?, sabes lo que dirá, sabes el cuento que te contará, ¡masoquista del quinto infierno! – es un poco difícil discutir con tu consciencia cuando ésta no te puede responder, pero bueno estaba ya allí, ahora o nunca…
Las puertas se deslizaron ni bien toqué el tapete delante de ésta, estaban impecables. Era la segunda vez que entraba en ese lugar, se me hacia extraño y familiar al mismo tiempo y el problema ahora sería ubicarme dentro de ese laberinto, sólo esperaba no verme más ridícula de lo que probablemente ya me veía…o al menos así me imaginaba.

- Buenos días señorita, ¿la puedo ayudar en algo? – no me había percatado del alto hombre que se había acercado, vestía elegantemente, tenía un sonrisa de esas que sólo son posibles con un buen dentista y blanqueamiento obligado, tenía un gesto divertido, pensé que sin darme cuenta y por estar batallando internamente con mi pensamiento, habría parecido yo como la nueva alumna en un colegio, totalmente perdida y sin saber a dónde ir.

- Eh… sí, creo que sí… me preguntaba si… bueno en realidad busco a alguien.

- Sería un placer ayudarla si me dijera a quien desea encontrar. - ¡si seré de idiota! Obvio que tendría que haberle dicho el nombre, ¿en qué pensaba? ¿Qué me leería la mente?

- Sí claro… perdóneme es que tuve un viaje largo y estoy algo desorientada, quería saber si el señor De La Cruz seguía trabajando aquí. – trataba de mil maneras que mi voz sonara casual y no empezara a temblar.

- Efectivamente, el señor De La Cruz sigue laborando aquí, ¿tiene usted cita con él?, si es así por favor le agradecería me dijera su nombre y revisar en la agenda para avisarle que usted está aquí. – lo único que me faltaba, ahora debía sacar cita para hablar con el señor para que me atendiera… ¿desde cuándo se volvió importante?

- Oh… bueno la verdad no tengo cita con él, como le dije recién llego de un viaje muy largo y pues quería visitarlo y darle la sorpresa. Nos conocemos desde niños ¿sabe?, y nuestras familias eran muy amigas, hace algún tiempo nos alejamos por trabajo y no fue una separación muy agradable, así que he dejado por estos días algunos pendientes sólo para verlo y aclarar algunas cosas… sería una lástima que me negara la oportunidad de verlo y que mi viaje haya sido en vano…
- Ya veo… sí, entiendo lo que me dice, también pasé por algo similar con un gran amigo…- el hombre empezó a divagar también en memorias y yo trataba de fingir cara de interés que claramente no sentía… oh por Dios del cielo, tiene que haberse creído semejante mentira.

- Eh, disculpe caballero, no quisiera interrumpirlo pero es que no me queda mucho tiempo aquí y mi vuelo de regreso sale en unas horas. ¿Sería tan gentil de indicarme dónde podría ubicarlo sin avisarle?, quisiera que sea una sorpresa… - y vaya sorpresa que se llevaría…

Al parecer mi teatrito había sido convincente, seguí a aquel elegante hombre por un hall, había mucha gente transitando a prisa y trataba de apurar el paso para no perderme, intentaba recordar el camino para mi regreso, pero al final no iba a ser necesario.
Subimos por el ascensor hasta el segundo piso y me guió por un largo pasadizo alfombrado, volteamos a la izquierda y la puerta de una oficina grande que se bifurcaba al final estaba abierta. – Es la segunda puerta a la derecha. Que tenga un buen día.

Estuve inmovilizada en esa puerta por unos segundos que los sentí como horas, había olvidado por completo el discurso que tanto había practicado y ya no me acordaba como eran los gestos que debía hacer para lucir desenfadada y casual. Respiré hondo y hacía un esfuerzo sobre humano para que no me temblaran las rodillas… ¿por qué me sentía así ahora?, no iba a entrevistarme con el presidente… pero se sentía como dirigirse a un abismo.
Me acerqué despacio, bendita premonición de hacerme llevar sandalias y de que el piso estuviera alfombrado. Pude divisar la puerta y estaba casi totalmente abierta, inhalé con fuerza dos veces más, como hiperventilando y traté de relajar los músculos.
Ahí estaba él, no se había cerciorado de mi llegada pues seguía con la nariz hundida entre un montón de papeles y firmándolos en todas las direcciones haciéndolo ver como un robot o algo parecido, ahora usaba lentes y estaba bien vestido, parecía realmente concentrado y por un momento me sentí culpable de interrumpirlo y quise darme la vuelta y escapar pero había algo en mis pies que los plantaba bien al suelo y evitaba que saliera corriendo.

- Bien decía yo que los lentes hacen lucir más intelectual… y el terno te hace ver como todo un profesional.
Inmediatamente él alzó la mirada para ver quién había osado a interrumpir horarios de oficina, pero tan pronto como me reconoció soltó el bolígrafo que tenía entre los dedos y abrió los ojos como platos.

- ¡Dios mío! ¡pero qué haces aquí!- vaya que se sentía asombro genuino en su voz y esbozó una sonrisa que denotaba estupor y alegría al mismo tiempo, parecía que nos hubiéramos visto ayer, no había cambiado nada a pesar que llevaba el cabello un poco más largo que de costumbre, pero que no le sentaba para nada mal y ahora tenía ojeras que deducía podrían ser producto de horas extras o jefes abusivos.
- Pues nada, mentí en casa que me quedaba en casa de una amiga, tomé el bus y vine a verte. Sentía unas ganas de reír de mi propia explicación; sonaba como a broma y sarcasmo pero no era más que la gran y pura verdad.

- Por lo visto el sarcasmo sigue siendo lo tuyo, ¿nuevo corte?... en serio que no esperaba esto… yo… es decir… ¿almorzaste ya? – se quedó callado esperando mi respuesta aún con la sonrisa dibujada en el rostro y noté que las mejillas se tornaron un rosa que era familiar para mí.

- Eh… no, no he almorzado, la verdad que llegué hace un par de horas y vine de frente para acá, pero no te preocupes puedo esperar, no quiero interrumpir, yo…

- ¡Listo! Dame un segundo para apilar todos estos papeles aburridos, apago el ordenador y salimos de aquí.

Me quedé parada con el bolso colgando, las piernas me dejaron de temblar pero las manos seguían frías y las sentía torpes. Muy ágil recogió el desmán que tenía encima del escritorio y lo arrinconó, recogía sus cosas, se puso el saco, guardó los lentes y me dirigió hacia la puerta y la cerró cuando salimos.

- Escapémonos por el otro ascensor, no quiero que se den cuenta de la hora que salgo y empiecen a llamarme.
¿Escapar?, ¿Y en qué momento esto se convirtió en una película de persecución y fugitivos? Tan sólo me digné a seguirlo, apretando el paso porque parecía que anduviéramos corriendo en maratón.
Llegamos a un ascensor que consideré estaba muy escondido como para un caso de emergencia… ¿consideraría él la hora de almuerzo y una visita inesperada como una “emergencia”?
Al abrirse las puertas del elevador, dimos con una habitación muy fría, parecía un depósito o un almacén, no se escuchaba a nadie alrededor y nos dirigimos a lo que pensé sería la puerta trasera del edificio. La sensación refrescante del aire acondicionado se acabó y volví a sentir la humedad de la brisa chocando mi cara y enredando mi cabello recién retocado.

Cruzamos la pista y caminamos una cuadra para llegar al garaje, muy caballero él me abrió la puerta y esperó a que subiera, se sentó en el asiento del conductor y se colocó unos lentes de sol que lo hacían ver como algún famoso, o al menos, así lo veía yo.
Condujo cerca de 15 minutos, pensaba que a ese paso llegaríamos para la cena o ¿es que pretendía almorzar fuera de la ciudad?, no lo culpaba porque el tráfico había empeorado desde la mañana y era frustrante tratar de avanzar.
Me preguntó cuál fue el motivo de mi llegada sin aviso previo y sólo le dije “¿ahora tengo que avisar cuando visitar a un viejo amigo?”. Sonrío complacido por mi respuesta, soltó una carcajada sonora y me dio una palmada en la pierna, me quedé un poco desencajada con esa reacción y no estaba segura si debía decir algo, mostrar incomodidad (que sería falsa) o simplemente dejarlo ahí.

Después de unas cuantas vueltas más llegamos a un sitio que parecía un parque con un inmenso castillo en el centro. –Este sitio te va a encantar- dijo con una sonrisa pícara como quien la sorprendida al final de la historia sería yo y él hubiera planificado la trampa.

Aparcó el auto en la azotea y bajamos al restaurante por el elevador, el segundo siguiente fue algo estupendo: bien adivinó que quedaría encantada con el lugar. El techo parecía llegar hasta la luna, las luces simulaban flotar por todo el lugar, el piso alfombrado de color rojo le daba más elegancia, las mesas de roble macizo y bien adornadas, todos vestían casi elegantes y yo con un vestido de playa y sandalias, sentía que desentonaba en aquel lugar, la música de fondo era instrumental pero podía reconocer varias piezas de mi colección favorita, habían columnas gruesas como de catedrales que separaban varios ambientes y tenía cogiendo del brazo a mi propio famoso. -¡Éste sí que es un palacio!, pensé que sería un almuerzo simple, no te pedí tanto…
-A decir verdad tenía ganas de venir aquí hace tiempo pero no tenía la compañía perfecta y aquí estás bajada del cielo, o debería decir, bajada del bus.

Nos indicaron una mesa desocupada, examinamos el menú y ordenamos. Los nombres de los platos se veían raros en ese idioma pero gentiles fueron de poner una traducción en español de lo que era cada uno.
Durante la siguiente hora nos pusimos al día de lo que habíamos hecho en los últimos cuatro años, que había sido de nuestros amigos, el trabajo. Aparentemente él había sido ascendido y le habían dado una oficina propia pero se le duplicó la cantidad de trabajo y disminuyeron las horas de sueño lo que explicaba las ojeras y confirmaba mi suposición.

-Escucha- se puso serio por un segundo y continuó- estoy atestado de trabajo estos días y más aún los fines de semana…
-Perdóname, creo que debí llamarte antes, pero yo sólo quería…
-Déjame terminar-me interrumpió con una sonrisa de esas que aún tenían ese extraño efecto en mí- tengo mucho trabajo estos días, sin embargo me gustaría conversar contigo. Dices que te quedarás hasta mañana así que no veo otro momento para platicar, quisiera aclarar unas cosas pero no aquí, terminemos y te llevaré a un sitio mejor que éste y más calmado.

Quedé un tanto intrigada debo confesar, mi viaje precisamente no era sólo para pasar y decir hola, en verdad necesitaba decirle unas cosas pero se me adelantó y ya no tenía más apetito. Sólo sentía un gran hoyo en el estómago, nada parecido a las mariposas de siempre… era algo como “malas noticias se asoman”.
Nos dirigimos al estacionamiento de nuevo y manejaba por un camino opuesto al que habíamos tomado para llegar al palacio. La verdad no pude mencionar palabra alguna y mientras más pasaba el tiempo, más nos acercábamos al sitio y empecé a sentir mareos, me miraba de reojo de vez en cuando y me preguntaba si estaba bien, sonando un poco preocupado como si en cualquier momento fuera yo a vomitar sobre su auto nuevo. –Estoy bien descuida, quizás es el cansancio del viaje, no es nada…

- Ok, hemos llegado, vamos caminando un rato y luego diremos lo que tengamos que decirnos.
Aparcó el auto de nuevo, miré el reloj y eran las cuatro de la tarde y un poco más… la brisa se sentía más fresca y era obvio porque me había llevado a la playa, una que conocía bien y que había dejado de ir hace mucho pues me había mudado para la ciudad, pero me alivianó los malos presentimientos y la incertidumbre.
Después de una caminata de 15 minutos, con los pies mojados por el mar, nos dirigíamos al muelle que, para mi sorpresa, había sido remodelado en su gran parte y de no haber vivido ahí por varios años, hubiera pensado que estaba recién construido. Las maderas fueron cambiadas y la baranda parecía más resistente, ya no tenía el temor de mirar a la plataforma y ver el mar a través de unas cuantas tablas rotas que me provocaban vértigo.

Llegamos hasta el final del muelle, eso era lo único que no había cambiado mucho, había una parte después de la caseta donde las barandas terminaban y la punta era abierta y yo solía sentarme con papá de pequeña. –Y bien, ¿empiezas tú o yo?-fue lo primero que dije después de varios minutos en silencio.
-Iré yo primero-quitó la mirada de mi rostro y la dirigió al mar que se extendía al infinito frente a nuestros ojos. –Siento no haberte contestado la última carta y algo me dice que tu viaje no fue sólo para conocer mi nueva oficina, ¿cierto?
-Pues sí, tienes razón, quería verte, necesitaba verte… tenía muchas cosas en la cabeza revoloteando desde esa última vez, dudas, remordimientos, miedo… pero continúa, aún es tu turno…
-La verdad que no eres la única que sintió todo eso, cuando me confirmaste lo de la transferencia de tu nuevo trabajo a la ciudad y lo de la mudanza definitiva, fue algo esperado pero inesperado, me explico, tú y yo sabíamos que podían darte ese puesto ¿verdad? y sí, siempre me insististe en conversar de aquello, pero yo sólo evadía el tema y sabía cómo hacerlo, no pienses que era un inconsciente, insensible o que no me importaba, sabía lo que estaba pasando y perdóname si sueno egoísta al decirte esto pero tenía la esperanza de que no recibieras esa llamada y así evitaríamos lo que para suerte tuya o infortunio mío, terminó sucediendo.
-Fer, yo tampoco quería irme, tenía todo aquí, mis padres, mis amigos, a ti… luchaba cada segundo que estaba contigo por no hablar de eso pero no lo sé, mis ganas de no aferrarme más a ti de repente hizo que esa posibilidad se volviera en obstáculo y tú siempre te negabas a escuchar, me enloquecía tu indiferencia, sentía que no me querías más y esa mañana cuando contesté esa llamada, pensé entonces que no tenía sentido andar en círculos contigo y no llegar a ningún lado y que marcharme era lo que debía hacer… yo te amaba, eras todo lo que tenía en la cabeza día y noche, no hacía más que contar las horas para estar contigo y encontrarme en tus brazos… pero siempre dudé si tú…

-Pero siempre dudaste de mí, de si lo que sentía por ti había cambiado, ¿verdad?
-Sí.
-Eso nunca cambió cariño, tan sólo tenía miedo…
¿Miedo dices?, miedo, cobardía, qué más da, yo siempre pensé que… - me tragué el final de mi frase por temor a una culpabilidad a posteriori y dando un respingo evité su mirada. Traté de no llorar y sentía como los ojos se me nublaban por las lágrimas y respiré hondo pretendiendo retomar la cordura que se había esfumado ya… él colocó sus dedos sobre mi mentón y volteó mi cara obligándome a mirarlo de nuevo, poniendo un gesto serio, de esos que desmantelaban cualquier mentira, me miró por unos minutos. - ¿Qué es lo que realmente estás pensando? –su voz tenía un cierto tono de dulzura que no sabía si era cierta o la fingía para que yo me calmara y volviera a hablar.
- Nada, nada… no trates de hacerte el lector de mentes y gestos, ni de psicoanalista…- no soportaba cuando él escrudiñaba mi rostro tratando de descifrar lo que estaba pensando.
- Cariño, no quiero leerte la mente, sé lo que estás pensando, precisamente quise decirte que nunca cambió lo que siento por ti… fue una idiotez evitar el asunto, nunca quise que te alejaras y pensé que si actuaba con desinterés sería más fácil para ti marcharte, sería menos doloroso… perdóname… pero hay algo más que quisiera decirte… -sus mejillas se tornaron un rosa más intenso, pero no de alegría sino de bochorno, ¿qué pretendía ahora?- Te escucho – le dije con voz seca y ahora era yo la indiferente.
- ¿Te casarías conmigo? – sus hermosos ojos marrones se iluminaron con el sol que se ocultaba y pude ver como aguantaba las lágrimas.

Lo malo de aquellas noches en las que no había deberes pendientes parpadeándome en la frente, era mi vulnerabilidad de poner algo soft en el reproductor de música y divagar entre memorias y alucinaciones… sin duda, ésta era una de aquellas tantas fantasías que me llevaban a completar la verdadera historia, cada vez inventaba un final diferente, lástima que imaginando será el único modo de tener una historia con final feliz.

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