Going nowhere





Era aquella época donde el sol se rehusaba a ocultarse antes de las ocho, por fortuna esos días sofocantes de calor ya se estaban acabando y abrían paso a las noches  frías de lluvias que venían de la mano con rayos y truenos que me provocaban un estremecimiento inconsciente.

Acababa de llegar al lugar de siempre, de todos los días a la misma hora, buscaba un cambio en el timón entonces decidí cambiarme y salir a buscarle… tenia la suerte que siempre estabas en donde quiera que yo miraba…
Distraída de la manada de autos estaba envuelta en mi decisión de buscar mi sosiego y sin darme cuenta cruzaba ya el puente  por encima del río, sentía unas gotas tímidas en mi rostro y no quería imaginarme lo que ello significaba.

Había un presentimiento y resolví por regresarme al inicio del puente y tomar el caminito delgado que me dirigía a un viejo banco que yacía cerca de la orilla, los arboles estaban dibujados por toda la cuenca del río y se escuchaba como ese mar helado rozaba con las piedras y tocaban esa melodía de melancolía.

Pretendí ser una refugiada de la inminente lluvia bajo esos árboles gigantes mientras estaba sentada esperando a un milagro, miraba el reloj en mi muñeca y ya eran casi las seis y media pero el cielo tan claro como un mediodía. Cerré los ojos por un momento, relajando los músculos y sintiendo una tímida brisa fresca que tenia olor a tierra húmeda.
Sentí una gota recorriendo mi mejilla hasta mi mentón pero muy segura de que no yo no estaba llorando, entendí que la tormenta ya se acercaba… y entonces sentí una presencia pero resolví seguir con los ojos cerrados y esperar que sucediera cualquier cosa.

-Tanto tiempo sin verte – la voz fue dulce pero sentía un toque de excitación en cada palabra.
- Sabía que me encontrarías… -  seguía sin abrir los ojos pero una sonrisa se me dibujó en un costado.
Lo siguiente fueron aquellos dedos delgados tomando mi cabello a un costado de mi hombro y sentí unos labios tímidos en la parte de mi cuello descubierto… no sé si se me erizó la piel del frío o por el toque, aunque prefiero lo segundo y la sonrisa completa apareció.

-Te eché tanto de menos… nunca dejé de caminar hasta encontrarte y tu aroma me atrajo a ti finalmente. ¡ja! Pequeña creíste que escaparías de mi… hermosa ilusa. – él se dio la vuelta y se sentó al otro extremo del banco ya húmedo.
- ¿por qué iba yo a querer escaparme? Si me encontraste fue porque hice bien en dejar un rastro mío en todo lado y que tu corazón supiera reconocerlo donde quiera que tú fueras, tonto… - finalmente abrí los ojos y mi pecho se encogía al ser aquella destructora sonrisa típica de él, lo primero que vi.
Sigilosamente se acercaba más y más y yo me sentía como la primera vez que nos tomamos la mano en una  noche fría. – Nunca más te atrevas a separarte de mi ¿me oíste? – seguía sonriéndome y se le dibujaron esos hoyuelos de niño en las mejillas y yo bajé la mirada porque simplemente no soportaba no corresponder a esa expresión.

Él cogió de mi mentón y me alzó el rostro, nuestras miradas se encontraron y sucedió aquello que no veía hace infinitas lunas… él tenía esa mirada… ¡Dios esa mirada! Siempre inclinaba su rostro un poco, tenía una pequeña sonrisa y sus ojos brillaban  más que cualquier diamante, yo quedaba atrapada, veía mi reflejo y simplemente enmudecía…
Sentí su respiración cada vez más cerca y pasaba sus dedos por mis labios como si quisiera recordar a que se sentían… yo no sentía más que sus caricias y el estar ya bastante empapada había  pasado a un segundo plano.
-vamos, hazlo, ha pasado tanto tiempo… - quería decírselo pero no salía palabras de mi boca, aunque creo que leyó mi mente porque lo siguiente que sentí fue la tibieza de sus labios contra los míos… y la magia sucedió de nuevo. Una corriente pasó por cada rincón de mi cuerpo que sería inútil tratar de limitar con palabras… los siguientes segundos, minutos, horas, creo que transcurrió una eternidad completa porque todo se detuvo y nada más ocurría más que él besándome, yo sosteniendo su rostro con una mano y la otra le daba el encuentro a su mano y se la ponía en mi pecho para evitar que el corazón diera un salto y escapara de donde estaba.

Sentía un recorrer de caricias por mis hombros, mi cadera, mis piernas y yo no paraba de corresponderle el beso y decirle al mismo tiempo lo mucho que lo necesitaba, el saborear de nuevo sus labios, el temblar con su toque y el encontrarme en su mirada…
De pronto sentí que se apartó de mí y con sus gestos parecía que me dijera… -¿qué pasa mi amor?... ¿por qué mi miras así…?
-Fue bueno volverte a sentir… nunca me fui ¿lo ves?... tienes un poco más de mi ahora para que sigas recordándome.- y al siguiente minuto el ya no estaba más… en ese banco mojado solo quedaba yo y mi alma escapando.

Eran las siete de la mañana, abrí los ojos, me senté al filo de la cama y me di cuenta que seguía con la misma ropa con la que llegué a casa de aquel lugar de siempre… nunca había llovido, todo seguía igual, caminé en mi ruta diaria por aquel puente y vi al banco viejo yaciendo y con ninguna señal de humedad ni de que alguien lo hubiera ocupado en mucho, mucho tiempo. Al menos fue un hermoso sueño… al menos me quedó el sabor de él en mi… al menos.

1 comentarios:

Eric dijo...

Simplemente Genial!

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